Amelie no es una chica como las demás. Ha visto a su pez de colores
deslizarse hacia las alcantarillas municipales, a su madre morir en la
plaza de Notre-Dame y a su padre dedicar todo su afecto a un gnomo de
jardín. De repente, a sus veintidós años, descubre su objetivo en la
vida: arreglar la vida de los demás. A partir de entonces, inventa toda
clase de estrategias para intervenir, sin que se den cuenta, en la
existencia de varias personas de su entorno. Entre ellas está su
portera, que pasa los días bebiendo vino de Oporto; Georgette, una
estanquera hipocondríaca, o "el hombre de cristal", un vecino que sólo
ve el mundo a través de la reproducción de un cuadro de Renoir.
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